Hoy toca este himno, seguramente el tema más conocido del compositor escocés Patrick Doyle, gran amigo del director Kenneth Branagh y creador de las partituras de todas las películas dirigidas por éste desde, precisamente, ésta que nos ocupa Henry V de 1989, adaptación al cine de la obra homónima de William Shakespeare.
Non nobis, Domine es una pieza compuesta para orquesta y coro cuya intensidad va en aumento conforme se desarrolla. Es una única melodía que se va repitiendo primero por un barítono, el propio Doyle (que también participa como actor en la película ya que, al igual que Branagh, procede del mundo del teatro donde colaboraron en The Renaissance Theatre Company), para dar paso primero (0m 25s) a la sección masculina del coro, y posteriormente a la sección de cuerda de la orquesta (1m). A partir de este punto, se va intensificando la pieza añadiendo más instrumentación e incluso un canon a dos voces. Se continúa con esta orquestación hasta 2m 20s, donde se agrega ya toda la orquesta y durante 1 minuto aproximadamente, las voces desaparecen haciendo que sea la parte instrumental la que siga aumentando en intensidad, hasta que se unen (3m 30s) las voces masculinas y la sección femenina del coro en la parte final de la pieza.
Por la estructura, por la sencillez de la melodía, es un tema con mucha fuerza, de carácter épico, propio para acompañar una gesta de cualquier tipo. Su objetivo es elevar el espíritu, dotarlo de fuerzas para continuar.
La letra del himno,Non nobis Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam, significa en español, Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, salvo para la gloria de tu nombre y fue el lema de la Orden de los caballeros templarios.
Si bien el listón quedó muy alto en esta primera colaboración, Doyle y Branagh siguieron trabajando juntos en una serie de proyectos cuyos resultados artísticos fueron muy celebrados, logrando una gran comunión música-imágenes y unas partituras memorables, alcanzando quizás la cumbre en Mucho ruido y pocas nueces. Lamentablemente el fracaso del mastodóntico Hamlet y la leucemia, contraída por Doyle a mediados de los noventa, rebajó bastante el nivel de excelencia al que nos acostumbraron en sus primeras colaboraciones. Hoy en día, ambos se encuentran plenamente integrados en la maquinaria Hollywoodiense, entregando trabajos funcionales, efectivos, pero sin alma, muy lejos de los logros artísticos de sus primeras películas.
Non nobis, Domine es una pieza compuesta para orquesta y coro cuya intensidad va en aumento conforme se desarrolla. Es una única melodía que se va repitiendo primero por un barítono, el propio Doyle (que también participa como actor en la película ya que, al igual que Branagh, procede del mundo del teatro donde colaboraron en The Renaissance Theatre Company), para dar paso primero (0m 25s) a la sección masculina del coro, y posteriormente a la sección de cuerda de la orquesta (1m). A partir de este punto, se va intensificando la pieza añadiendo más instrumentación e incluso un canon a dos voces. Se continúa con esta orquestación hasta 2m 20s, donde se agrega ya toda la orquesta y durante 1 minuto aproximadamente, las voces desaparecen haciendo que sea la parte instrumental la que siga aumentando en intensidad, hasta que se unen (3m 30s) las voces masculinas y la sección femenina del coro en la parte final de la pieza.
Por la estructura, por la sencillez de la melodía, es un tema con mucha fuerza, de carácter épico, propio para acompañar una gesta de cualquier tipo. Su objetivo es elevar el espíritu, dotarlo de fuerzas para continuar.
La letra del himno,Non nobis Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam, significa en español, Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, salvo para la gloria de tu nombre y fue el lema de la Orden de los caballeros templarios.
Si bien el listón quedó muy alto en esta primera colaboración, Doyle y Branagh siguieron trabajando juntos en una serie de proyectos cuyos resultados artísticos fueron muy celebrados, logrando una gran comunión música-imágenes y unas partituras memorables, alcanzando quizás la cumbre en Mucho ruido y pocas nueces. Lamentablemente el fracaso del mastodóntico Hamlet y la leucemia, contraída por Doyle a mediados de los noventa, rebajó bastante el nivel de excelencia al que nos acostumbraron en sus primeras colaboraciones. Hoy en día, ambos se encuentran plenamente integrados en la maquinaria Hollywoodiense, entregando trabajos funcionales, efectivos, pero sin alma, muy lejos de los logros artísticos de sus primeras películas.
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