lunes, 12 de noviembre de 2012

Día 31 - Chevaliers de Sangreal(The Da Vinci code) por Hans Zimmer

Hans Zimmer es, sin duda, el compositor cinematográfico de más éxito en la actualidad siendo, además el gran renovador del género desde principios de los noventa. Con un modo de trabajar muy especial que lo aproxima más a la figura de un productor musical en el mundo del pop/rock que a la de un compositor en el sentido estricto. De hecho, en sus parituras siempre aparecen acreditados varios co-compositores y una pléyade de orquestadores, siendo por tanto la labor del propio Zimmer un tanto difusa, más amalgama y líder de equipo que creador. De hecho, por ejemplo, para la segunda entrega de Sherlock Holmes se sabe que compuso una suite de veinte minutos con las principales ideas de la película y se la pasó a los compositores que se encargarían de desarrollarlas y aplicarlas a las imágenes.

Su música resulta muy efectiva junto con las imágenes y su simplicidad, que no sencillez, hace que su trabajo sea muy imitado. Su labor para la saga de Piratas del Caribe y su complicidad de con Christopher Nolan le ha asegurado un público fiel que espera con ansia cada obra suya. Una música que integra elementos sintetizados con la orquesta, como ya vimos en el ejemplo de John Powell, uno de sus discípulos.

Últimamente, sobre todo en su trabajo con Nolan, su trabajo se asemeja más al de un editor sonoro que al de un músico, quedando las fronteras muy difuminadas al unificar el universo sonora de la película integrando su composición con los efectos sonoros.

Con el paso de los años Zimmer se ha hecho un especialista en un tipo de tema cuya estructura es siempre similar. Sobre una base de cuerdas en staccato desarrolla un breve melodía que va pasando por las diferentes secciones de la orquesta, ganando siempre en intensidad sin modificar en ningún momento la melodía y siempre con el ritmo de las cuerdas en staccato por debajo. Una suerte de bolero de Ravel, aunque mucho más simple. El resultado crea, a mi modo de ver, de modo inconsciente en el oyente una cierta ansiedad por la repetición que hace que la llegada del final de la pieza resulte una liberación.

Lleva experimentando con la idea muchos años, siendo para mí esta pieza Chevaliers de Sangreal su ejemplo más depurado, corresponde con el final de la película El código Da Vinci, cuando Robert Langdon vuelve al Louvre y el espectador lo acompaña en su descubrimiento en un escena sin diálogos, que resulta muy efectiva gracias a la música de Zimmer. Pues bien, si uno se fija en la saga de Batman o, por ejemplo, en Origen, obras también suyas, podemos observar que la estructura de las piezas que narran el final de las películas es idéntica. Se repite lo básico aunque pueda haber cambios en la orquestación.

No soy un gran fan de Zimmer, aun así encuentro algunos de sus trabajos muy estimables y, aunque me pese, he de reconocer su gran importancia en la música actual, en la que ha cogido el relevo de los grandes maestros de los setenta y ochenta como John Williams o Jerry Goldsmith para marcar su propia senda. Si para bien o para mal, eso ya es otro tema.

Os dejo con varios temas que ejemplifican esta estructura, en su totalidad o en parte del tema.

Ha

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